El prestigioso especialista en sonidos de la naturaleza, Carlos de Hita, nos ha cedido estos relatos sonoros localizados en tres espacios del parque de Salburua.
Bosque de ribera, al amanecer en primavera
Abre la secuencia la llamada imperativa del cetia ruiseñor (ruiseñor bastardo), oculto en las marañas del suelo. Por detrás, desde las copas de los árboles, se escucha una confusión formada por las voces de chochines, ruiseñores comunes y los silbidos de las oropéndolas, entre otras. Por encima de todas ellas destacan los arrullos roncos, como de madera, de las palomas torcaces. Relincha un pito real, grita un cuco y estallan los graznidos ásperos de un bando de cornejas. El cuco dice ahora su nombre, cuando, con los rayos de sol templando, los insectos se activan en el bosque. Suena, al fin, el canto melódico y afinado del mirlo.
La misma llamada del cetia ruiseñor cierra la secuencia.
Laguna, cae la tarde al final del invierno.
Croan las ranas comunes y escapa una agachadiza común. Pronto el paisaje sonoro se llena con los graznidos, chapoteos y aletazos de las bandadas de patos azulones que abandonan la lámina de agua. Llama una focha y otra chapotea mientras corre sobre la superficie. Desde la orilla de enfrente de la laguna muge un avetorillo, con una cadencia constante, a compás. Gruñe un rascón y gime, lastimera, un avefría. Cae la noche y pasan de largo los chirridos de una lechuza. Lejos, silba un alcaraván, ave de tierra; cerca, silba un silbón y parpa una cerceta común, aves del agua. Las ranitas de San Antón forman ahora un coro pulsante sobre el que destaca la llamada de un zarapito real.
Entre los carrizales de las orillas.
Una confusión de voces reina dentro del cañaveral, donde el horizonte visual se cierra a unos pocos metros. Pita una focha, con un reclamo nasal, y relincha un zampullín chico. Al mismo tiempo, desde todas partes llegan los trinos enrevesados de carriceros tordales, carriceros comunes y zarceros. En una breve pausa reclama una gallineta. Desde el cielo, como alfilerazos para los oídos, llegan las notas agudas de un buitrón. Ronca su doble nota un sapillo moteado al tiempo que un zumbido intenso, agudo, nos envuelve: se levantan las nubes de mosquitos.
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